Each year as Pentecost approached I used to throw out a net at Kolbe Cathedral High School to catch anyone interested in receiving the Sacrament of Confirmation. There are a variety of reasons for the fact that some of the students have not received the Sacrament by their senior year of high school. However, most importantly from my point of view is the fact that they are by now asking to receive it. It seems to me that such a desire almost certainly comes at the urging of the Holy Spirit.
This is what matters. As the students study the Catholic faith for four semesters they learn about the sacraments. At the same time, I give them a “mini-course” or refresher course to make sure that they understand not only what it is for which they are asking when they ask to be Confirmed, but also the responsibilities of one who has been Confirmed. The Catechism tells us that Baptism, the Eucharist, and Confirmation together constitute the The purpose of this strengthening is the same as the strengthening received by the Apostles on Thus, among the responsibilities mentioned above is the fact that “...as true witnesses of Christ [those who have received the Sacrament are] more strictly obliged to spread and defend the faith by word and deed” (CCC 1285). It is interesting to note that in the first centuries the sacraments of Baptism and Confirmation were generally received at the same time as they are today at the Easter Vigil when those desiring membership in the Church are Baptized, Confirmed, and receive Communion on the same evening. However, as the Church grew and spread, and the number of infant Baptisms multiplied the bishop was prevented from being present at every baptism. Thus, the reception of the two sacraments became separated by time as is the case today in Typically, a parish priest baptizes an infant and Sacrament of Confirmation is administered to the child in his teenage years by the bishop. But the Eastern Church has kept the two Sacraments united in time so that the priest administers Confirmation at the time of Baptism. Both customs have their advantages and disadvantages. In the West, the meaning of Confirmation as a strengthening for spreading and defending the faith by word and deed is more evident and makes more sense when a child has reached an age at which that can actually be done. The drawback to the Western practice is that a child is not fully initiated into the Church until he is a teenager, and too often in our own day that Sacrament is never received. In the East, the meaning of Confirmation as a completion of Baptismal grace is emphasized, but its meaning as a strengthening for bearing witness to Christ’s presence in the world is less evident when an infant is confirmed. Some have made the case that we in the West may benefit from adopting the Eastern practice. While a priest in the Western church is given permission by the bishop to Confirm under certain circumstances, the connection to the bishop and the apostolic origins of the Church becomes less evident when he does. Pastorally speaking, the separation of the reception of Baptism, Communion, and Confirmation by time makes possible the continuing education of the child as he receives each Sacrament, and the reception of Confirmation at an age when the child can really be a witness to the presence of Christ in the world seems advantageous. In any case, the work of the Holy Spirit begun on the first Pentecost continues today. As St. Luke wrote in the Acts of the Apostles “And day by day the Lord added to their company such as were to be saved” (2:47). |
Cada año, cuando se acercaba Pentecostés, solía “lanzar un anzuelo” en Kolbe Cathedral High School para ver si “atrapaba” a cualquiera que estuviera interesado en recibir el Sacramento de la Confirmación. Hay una variedad de razones por las que algunos de los estudiantes no han recibido el Sacramento en su último año de secundaria. Sin embargo, lo más importante desde mi punto de vista es el hecho de que estas alturas están pidiendo recibirlo. Me parece que ese deseo casi con certeza surge a instancias del Espíritu Santo. Eso es lo que importa. A medida que los estudiantes estudian la fe católica durante cuatro semestres, aprenden sobre los sacramentos. Al mismo tiempo, les doy un “mini curso” o curso de actualización para asegurarme de que entienden no solo para qué están preguntando cuando piden ser Confirmados, sino también las responsabilidades de un Confirmado. El Catecismo nos dice que el Bautismo, la Eucaristía y la Confirmación, juntos, constituyen los sacramentos de iniciación que llevan a la Iglesia. La palabra "confirmar" proviene de la palabra latina que significa "fortalecer". Por lo tanto, la Confirmación es un fortalecimiento y una culminación de la gracia recibida por primera vez en el Bautismo. El propósito de este fortalecimiento es el mismo que el que recibieron los Apóstoles en Pentecostés, cuando el Espíritu Santo descendió sobre ellos por primera vez, dándoles la fuerza y el valor necesario para salir y predicar el Evangelio a todas las naciones. Este evento está registrado en los Hechos de los Apóstoles Así, entre las responsabilidades mencionadas anteriormente está el hecho de que “... como verdaderos testigos de Cristo [los que han recibido el Sacramento están] más estrictamente obligados a difundir y defender la fe de palabra y de obra” (CIC 1285). Es interesante notar que en los primeros siglos los sacramentos del Bautismo y la Confirmación generalmente se recibían al mismo tiempo que hoy en la Vigilia Pascual, cuando los que desean ser miembros de la Iglesia se bautizan, confirman y comulgan esa misma noche. Sin embargo, a medida que la Iglesia crecía y se extendía, y el número de bautismos de infantes se multiplicaba, el obispo no podía estar presente en cada bautismo. Por lo tanto, la recepción de los dos sacramentos se separó con el tiempo, como es hoy en día el caso en la Iglesia occidental. Por lo general, un párroco bautiza a un bebé y el obispo administra el Sacramento de la Confirmación al niño en su adolescencia. Pero la Iglesia Oriental ha mantenido los dos sacramentos unidos y administrados al mismo tiempo para que el sacerdote administre la Confirmación en el momento del Bautismo. Ambas costumbres tienen sus ventajas y desventajas. En Occidente, el significado de la Confirmación como un fortalecimiento para difundir y defender la fe de palabra y obra es más evidente y tiene más sentido cuando un niño ha alcanzado una edad en la que realmente se puede hacer. El inconveniente de la práctica occidental es que un niño no se inicia completamente en la Iglesia hasta que es un adolescente, y con demasiada frecuencia en nuestros días nunca se recibe el sacramento. En Oriente, se enfatiza el significado de la Confirmación como una culminación de la gracia bautismal, pero su significado como un fortalecimiento para dar testimonio de la presencia de Cristo en el mundo es menos evidente cuando un infante es confirmado. Algunos han argumentado que nosotros, en Occidente, podríamos beneficiarnos de la adopción de la práctica oriental. Mientras que un sacerdote en la iglesia occidental recibe permiso del obispo para confirmar bajo ciertas circunstancias, la conexión con el obispo y los orígenes apostólicos de la Iglesia se vuelve menos evidente cuando lo hace. Pastoralmente hablando, la separación de la recepción del Bautismo, la Comunión y la Confirmación, hace posible la educación continua del niño a medida que recibe cada Sacramento, y la recepción de la Confirmación en una edad en la que el niño puede realmente ser testigo de la presencia de Cristo en el mundo Este aspecto parece ventajoso. En cualquier caso, la obra del Espíritu Santo iniciada el primer Pentecostés continúa hoy. Como escribió San Lucas en los Hechos de los Apóstoles “Y día a día el Señor añadía a su grupo los que iban a ser salvos” (2, 47). |