Diary Entry #8: The Guy who Drank the Wine.
Perhaps the most impressive celebration of the entire liturgical year is the Easter Vigil. At this Mass, offered after dark on the night before Easter Sunday, all those who are being received into the Catholic Church, all around the world, are Baptized and receive the Sacraments of Holy Communion and Confirmation. It is a long and beautiful Mass, especially in the Church’s traditional form, and very moving for those priests and others who have spent a year or more teaching and preparing the candidates to begin their life in the Catholic Church.
One Holy Saturday morning of the night before Easter as we were in the church rehearsing with the candidates for reception of the Sacraments of Initiation into the Church, my 25 year-old head altar boy and trusted Master of Ceremonies, in a zealous fit of over-preparation, took the offertory gifts of bread and wine to the gift table near the entrance of the church. It was 11:00 am. The Mass would begin at 8:00 pm. The offertory gifts usually consist of a cruet (vessel) of wine and a representative sample of the hosts which will be consecrated at the Mass. The purpose of the offertory procession, i.e., the carrying to the altar of these gifts by designated purveyors, is to symbolize all that the congregation brings to offer to God at the Mass. The trusty MC also thought, it being a beautiful Spring day, that it would be a fine idea to throw open the large front entrance doors to the church and let in the sun and fresh air. I noticed, as I proceeded with the rehearsal, that he had opened wide the doors to the church. An inner-city priest knows that it is never a good idea to open the front doors of the church. It is an invitation to all the colorful neighborhood dwellers to come on in. It seems that would be a neighborly, welcoming, and Christian thing to do. Sometimes it works that way. More often it does not.
I noted this open door in the “Pay Attention” part of my mind, but lost sight of it as I went on to conclude the rehearsal. As the last people left the church at the end of the rehearsal, I went to the front doors to rescind the open invitation to my neighbors by closing them. As I glanced at the wine cruet on the gift table, I noticed that there was barely any wine in it. I wondered why my MC had only barely filled it. As I picked it up to examine it, I noticed that its bottom was wet with fresh, sticky wine. My first thought was that it was cracked and that the wine had leaked out. Just then, one of my assistants came to me and said, “Father, while you were finishing the rehearsal, a man came in the front door, took up the cruet of wine, unstopped it, and gulped it down. Then he left. I wasn’t sure what to do.”
I assured her that she had done the right thing by doing nothing. Sometimes, it’s just better to do nothing.
Entrada de diario #8: El Personaje que se Tomó el Vino
Quizás la celebración más impresionante de todo el año litúrgico es la Vigilia Pascual. Durante esta Misa, que se ofrece la noche antes del Domingo de Pascua, y todos aquellos que, después de haber sido preparados, están siendo recibidos en la Iglesia Católica en todo el mundo, reciben sus Sacramentos, son bautizados, y reciben la Sagrada Comunión y la Confirmación.
Es una Misa de larga duración pero muy hermosa, especialmente en la forma tradicional de la Iglesia; es también muy conmovedora sobre todo para aquellos sacerdotes y personas que han pasado un año o más enseñando y preparando a los candidatos para comenzar su vida en la Iglesia Católica.
Una mañana, durante el Sábado Santo, o sea la Vigilia de la Pascua, mientras estábamos en la iglesia ensayando con los candidatos para la recepción de los Sacramentos de Iniciación, nuestro Maestro de Ceremonias con mucho fervor trasladó las ofrendas de pan y vino a la mesa de ofrendas cerca de la entrada principal de la iglesia. Eran las 11:00 de la mañana. La Misa no daría inicio sino hasta las 8 de la noche. Las ofrendas que se presentan durante el Ofertorio de la Misa, generalmente consisten en un recipiente para el vino y algunas hostias sin consagrar que serán consagradas durante la Misa.
El propósito de llevar las ofrendas a la entrada es que durante la procesión al momento del ofertorio, estas ofrendas son llevadas al altar por personas designadas para este fin. Esto simboliza todo lo que la congregación ofrece a Dios en la Misa.
Nuestro fiel Maestro de Ceremonias pensó que siendo un hermoso día de primavera, sería una buena idea abrir las puertas principales de la entrada a la iglesia y dejar entrar el sol y el aire fresco. Desde donde me encontraba durante el ensayo, pude observar que las puertas estaban abiertas. Como sacerdote urbano, mi intuición me dijo que ésta no era una buena idea, aunque pareciera que los curiosos que se acercarían, fueran personas que admirarían los ritos que aquí se preparaban, mi experiencia me decía que en la mayoría de los casos no es así, también se acercan muchos excéntricos y sus intenciones no son las de personas devotas.
En ese momento me dije a mi mismo: “toma nota de esta situación, debes estar pendiente”, pero al enfrascarme en el ensayo y en los detalles del mismo me olvidé del asunto.
Al concluir el ensayo y mientras las últimas personas abandonaban la iglesia, me dirigí a la entrada principal para cerrar las puertas. Al observar la copa de vino pude observar que contenía algo de vino. Intrigado me pregunté porque el maestro de ceremonias había llenado la copa de vino. Al levantar la copa y examinarla noté que el fondo estaba húmedo y pegajoso. Lo primero que pensé fue que estaba agrietado y que se había derramado el vino. En ese momento, uno de mis asistentes se me acercó y me dijo: “Padre, mientras terminaba el ensayo, un hombre entró por la puerta principal, tomó el recipiente del vino, lo destapó, lo sirvió en la copa y se lo tomó de un sorbo, y luego se fue”. “No supe que hacer, estaba desconcertado”. Le aseguré que había hecho lo correcto. A veces es mejor no hacer nada.