Diary Entry #27: The Annual Bishop’s Appeal
Being a pastor has its advantages and its disadvantages. To make things clear to those who may not be familiar with the hierarchical structure of the Catholic Church, a bishop is the priest responsible for an entire diocese, a pastor is the priest responsible for a parish church, and a parochial vicar is a priest who serves a parish but is not responsible for it. In my diocese, a pastor’s salary is three thousand dollars per year more than that of a parochial vicar. That works out to be eight dollars and twenty-two cents per day, i.e., not even one dollar an hour more for shouldering the responsibilities of a pastor. Believe me when I tell you that every pastor whom I know would be more than happy to forego that “bonus” in exchange for relieving himself of the burdensome disadvantages of pastoral responsibility. One of those burdens is The Annual Bishop’s Appeal (aka ABA).
In every diocese of which I have ever heard there is such an annual financial appeal. Why? Because a parish takes up a weekly collection every Sunday which (hopefully) pays the weekly operating expenses of the parish. The diocese, with its varied offices such as financial managers, lawyers both civil and ecclesiastical, secretaries, construction, and maintenance people, etc., not to mention a plethora of charitable works, needs to pay for all of this, but the diocese does not take up a collection every Sunday as a parish does. Hence, the ABA. My current parish’s annual goal is $81,000. This means that each year I am expected to convince my people to give $81,000 to the bishop’s works in addition to the $10,000 per week they are already giving to the parish. Sometimes big things break, and I need to ask for more. As one may imagine, no pastor relishes this responsibility. I would gladly relinquish my $8.22 per day JUST not to have to raise money every year.
Each of the years that I have been a pastor my parishes have reached their ABA goal. This is due in part to my salesmanship, but ultimately to the generosity of so many parishioners. There are wealthy parishioners who give generously according to their means, and there are non- wealthy parishioners who give generously according to their means. The range between those two can be surprisingly great.
Nevertheless, for a variety of reasons this money does not come easily. Each year it’s a struggle to reach the goal. It requires repeated asking on the part of the pastor. No pastor likes to ask for money, and no parishioner likes to be asked for money. “Afterall”, people have said to me, “Jesus never asked anyone for money.” No, ironically, Jesus did not have my job.
At the very end of one ABA fiscal year, I was making a final plea at the conclusion of the Sunday Masses for the $9,000 we still needed to reach the goal. I was not hopeful. By this point in the year, all who are going to give have given. I expected to have to pay the remainder from our savings account. That would have led to other problems down the road, as our budget is very delicately balanced. As the Mass concluded, I processed down the aisle to the front of the church to greet parishioners as they exited, as is my custom. At the end of the line, waiting for a more private moment with me, was an unfamiliar couple. They explained that they were visiting from a neighboring state and had attended Mass at my parish for the first time. They handed me a check for $9,000. “This is to bring you to your goal,” they said.
It is said that the Lord works in mysterious ways. I can attest to the fact that that is true.
Entrada del diario:# 27
La Campaña Anual del Obispo
Ser párroco de una Iglesia católica tiene sus ventajas y sus desventajas. Para aclarar las cosas a quienes no estén familiarizados con la estructura jerárquica de la Iglesia Católica les informo lo siguiente:
Un obispo es el sacerdote responsable de toda una diócesis, un párroco es el sacerdote responsable de una iglesia parroquial y un vicario parroquial es un sacerdote que sirve a una parroquia, pero no es responsable de ella. En mi diócesis, el salario del párroco es tres mil dólares por año más que el de un vicario parroquial. Eso resulta ser ocho dólares y veintidós centavos por día, es decir, ni siquiera un dólar por hora más por asumir las responsabilidades de un párroco. Créanme cuando les digo que cada pastor que conozco estaría más que feliz de renunciar a ese “bono” a cambio de liberarse de las onerosas desventajas de la responsabilidad pastoral. Una de esas cargas es la Campaña anual del obispo (también conocida como ABA).
En todas las diócesis de las que he oído hablar, existe una campaña anual de este tipo. ¿Por qué? Porque una parroquia realiza una colecta semanal todos los domingos que (con suerte) paga los gastos operativos semanales de la parroquia.
La diócesis, con oficinas para gerentes financieros, abogados tanto civiles como eclesiásticos, secretarias, gente de construcción y mantenimiento, etc., sin mencionar una plétora de obras de caridad, necesita pagar todo esto, pero la diócesis no lleva a cabo una colecta semanal como lo hacen las parroquias, y tiene que hacer una recaudación anual para cubrir sus gastos.
En nuestra parroquia nuestra meta para cumplir con la Campana Anual del Obispo es de $81,000.00. Esto significa que cada año se espera que convenza a mi gente de dar $81,000 a las obras del obispo además de los $10,000 por semana que ya están dando a la parroquia. Esto además de que hay gastos extras ocasionados por averías en las distintas estructuras de la parroquia. Como pueden imaginar, ningún párroco disfruta de esta responsabilidad, y yo en particular, con mucho gusto renunciaría a mis $ 8.22 por día SOLO para no tener que recaudar dinero todos los años.
Durante todos los años en que he sido párroco, mis parroquias siempre alcanzan la meta de la Campana Anual del Obispo. Esto se debe en parte a mi arte de saber vender, pero en última instancia a la generosidad de tantos feligreses. Hay feligreses adinerados que dan generosamente de acuerdo a sus medios, y hay feligreses menos afortunados económicamente que dan generosamente de acuerdo a sus medios. El rango entre estas dos partes puede ser sorprendentemente grande.
El punto es que cada año es más difícil recaudar esta cantidad, y el camino para alcanzar esta meta se hace cuesta arriba. Requiere estar recordando a los feligreses semanalmente de su obligación para cumplir con esta meta. A ningún párroco le gusta estar pedir dinero, así como también a ningún feligrés le gusta que le estén pidiendo dinero a cada rato. La gente comenta que “Jesús nunca pidió dinero a nadie” y yo les respondo irónicamente que “Jesús no tenía mi trabajo”.
Al final del Año Fiscal me encontraba en la penosa necesidad de solicitar dinero para alcanzar la meta. Me faltaban $9,000 y estaba haciendo tal petición después de cada Misa dominical. Yo no tenía muchas esperanzas, ya que, a estas alturas, todos los que van a donar, han donado; y me imaginaba que tendría que pagar la diferencia para cumplir con la meta, de los ahorros de la
Iglesia. Eso, claro está, acarrearía otros problemas en el futuro, ya que nuestro presupuesto está muy delicadamente equilibrado.
Cuando concluyó la Misa, me dirigí por el pasillo al frente de la Iglesia para despedir a los feligreses a medida que salían como es mi costumbre. Al final de la fila, esperando un momento más privado conmigo, había una pareja que no había visto antes. Me explicaron que venían de un estado vecino y que habían asistido a Misa en mi parroquia por primera vez. Me dieron un cheque por $9,000. “Esto es para que cubra su meta”, me dijeron.
Se dice que el Señor obra de formas misteriosas. Puedo dar fe de que eso es cierto