Diary Entry #30: A Christmas Story
For most of us Christmas is the most wonderful time of the year. For a parish priest it can be the most burdensome time of the year. I will not pretend to speak for other priests, but only for myself. I do not look forward to Christmas in the same way that most people do. This year, Christmas Eve fell on Saturday and Christmas day on Sunday. This is an interesting coincidence from a pastor’s point of view. First, a pastor prays that it does not snow on Christmas. A white Christmas is lovely, but it means that that fewer people come to church. That means a smaller collection. When we have a white Christmas, we also must pay for the plow guys to come and clean the place up while our parishioners are trapped in their homes unable to come to Mass. Lots of money out, no money in. It’s a lose-lose situation. It’s a Merry Christmas for the plow guys, but not for the pastor. When Christmas falls on Saturday and Sunday, we have already lost an extra collection, but the pastor has less work. On the other hand, when Christmas falls on Thursday and Friday, or Monday and Tuesday, a lone parish priest can end up saying 12 or 14 Masses in the space of four days. That can be draining, but it does mean much more income for the parish, unless it snows, of course. Then the pastor still must say all the Masses, hardly anyone comes, and he must pay the plow guys. Merry Christmas.
Christmas is also the time of year when professionals turn out to take advantage of the Church’s beneficence. Every year, like clockwork, a fellow I will call Randy calls me on Christmas Eve day. He undoubtedly calls 100 other churches beside mine. He is a professional beggar. He leaves a message saying, “Hello Father this is Randy. My number is XXX. Please call me back. It’s a pastoral emergency.” I have been a priest long enough to know that when someone has a “pastoral emergency”, they tell me what it is when they leave a message. For instance, “My mother is dying and would like to receive the Sacrament of the Sick”, or “I would very much like to go to Confession in order to receive Communion at Christmas”. When someone leaves a message saying, “I have a pastoral emergency”, it means only one thing: “I want money”. I never give anyone money. Never.
This year Randy was more proactive than usual. I had just finished the 6th of my Christmas Masses and was looking forward to some beef jerky and a bottle of beer before going to sleep in my recliner. As I wrapped up the last Mass, greeted the parishioners as they left the church, took a Christmas photo with my dedicated ushers at the noon Mass, and could see the light at the end of the tunnel, Randy appeared. He was the very last of all the people to whom I had spoken over the past 24 hours. I resolved to be Christian. I knew what was coming, and I resisted the temptation to be my true self. I, my true self, having said Mass and heard Confessions for almost 24 hours with hardly a break, would have told Randy to get lost. I, my priestly self, told Randy that I was very sorry that I was not able to help him on Christmas day. He was welcome to contact me later in the week. In my mind and body, I was finished with Christmas for this year. It is in moments like these that I know why God called me to be a priest. I never could get to heaven if I were not a priest. Not that I presume that I will get there because I am one. Not at all. But I see that left to my own devices, I don’t have it in me to be a saint, or even a Christian.
Randy left me with these words: “If you can’t come to the Church for help, where can you go?” I have heard these words many, many, many times before. They are calculated to make me feel guilty. I did not. I went home and went to sleep. Merry Christmas.
EL DIARIO DE UN SACERDOTE URBANO
Entrada #30
UNA HISTORIA DE NAVIDAD
Para la mayoría de nosotros, la Navidad es la época más maravillosa del año. Para un párroco puede ser la época más difícil del año. No pretendo hablar por otros sacerdotes, hablo por mí mismo. No espero la Navidad de la misma manera que la mayoría de las personas.
Este año, la Nochebuena cayó en sábado y el día de Navidad en domingo. Esta es una coincidencia interesante desde el punto de vista de un párroco. En primer lugar, un párroco reza para que no nieve en Navidad. Una Navidad blanca es hermosa, pero significa que menos personas asistirán a la iglesia. Lo que trae consigo una colecta más pequeña. Además, vale también considerar que cuando tenemos una blanca Navidad, debemos pagar al personal que remueve la nieve, al tiempo que nuestros feligreses no pueden salir de sus casas para asistir a la Misa. Podemos decir que “sale dinero, pero no entra dinero”. Esta es una situación en la que la parroquia lleva todas las de perder. Claro está que es una Feliz Navidad para los empleados que remueven la nieve, pero no para el párroco.
Cuando la Navidad cae en sábado y domingo, ya hemos perdido una colecta extra, pero también el párroco tiene menos trabajo. En cambio, cuando la Navidad cae en jueves y viernes, o lunes y martes, al párroco le toca celebrar de 12 a 14 Misas en un marco de cuatro días. Eso suele ser agotador, pero significa muchos más ingresos para la parroquia; a menos que nieve, situación en la cual el párroco deber celebrar las Misas aunque casi nadie asista, con el agravante de que también tiene que pagar a los encargados de remover la nieve.
La Navidad es también la época del año en que los pordioseros profesionales acuden para aprovechar la beneficencia de la Iglesia. Todos los años, como un reloj, un tipo al que llamaré Randy me llama el día de Nochebuena. Sin duda llama a otras 100 iglesias además de la mía. Es un mendigo profesional. Deja un mensaje que dice: “Hola, padre, soy Randy, mi número es XXX. Por favor, devuélvame la llamada, es una emergencia pastoral”. He sido sacerdote por muchos años y por lo tanto, sé cuando alguien tiene una “emergencia pastoral”. Cuando de verdad es una emergencia pastoral, la persona que llama me deja un mensaje más o menos así: “Mi madre se está muriendo y quisiera recibir el Sacramento de la unción de los enfermos”, o “Me gustaría mucho confesarme para comulgar en Navidad”. Pero,
cuando alguien deja un mensaje diciendo: “Tengo una emergencia pastoral”, solo significa una cosa: “Quiero dinero”. Nunca doy dinero a nadie. Nunca.
Este año Randy cambio su táctica acostumbrada. Yo recién terminaba de celebrar la sexta Misa de Navidad y esperaba con ansias sentarme en mi sillón reclinable con algún bocadillo y un vaso de cerveza. Cuando terminé la última misa, despedí a los feligreses cuando salían de la iglesia como es mi costumbre, me tomé una foto navideña con mis dedicadas servidoras de la Misa del mediodía y cuando pensé que miraba “la luz al final del túnel” ¡Apareció Randy! Fue el último de todas las personas con las que había conversado en las últimas 24 horas.
Decidí ser cristiano. Sabía a lo que venía Randy, y resistí la tentación de ser mi verdadero yo. Habiendo celebrado la santa Misa y confesado durante casi 24 horas sin apenas descanso, mi verdadero yo le habría dicho a Randy que se largara. Pero resistí la tentación, y mi yo sacerdotal le dijo a Randy que lamentaba mucho no haber podido atenderlo el día de Navidad. Que con mucho gusto lo atendería más adelante entre semana.
Debo hacer notar que para mi después de esta ultima Misa, la Navidad este año había terminado. Es en momentos como estos, que sé por qué Dios me llamó a ser sacerdote. Nunca podría llegar al cielo si no fuera sacerdote. No es que presuma que llegaré al cielo porque soy sacerdote. ¡De ninguna Manera! Pero veo que dejado a mi libre albedrio, y por mi mismo, nunca llegaré a ser santo, y ni siquiera un cristiano!
Randy me dejó con estas palabras: “Si no puedes venir a la Iglesia en busca de ayuda, ¿adónde puedes ir?”. He escuchado estas palabras muchas, muchas, muchas veces antes. Estas palabras están calculadas para hacerme sentir culpable. ¡Pero no me sentí culpable! Me dirigí a la casa y ¡me fui a dormir!
¡Feliz navidad!