THE DIARY OF AN INNER-CITY PRIEST
Diary Entry: #43 “We Hate Latin!”
“We hate Latin!” I will never forget these words hurled at me one Monday morning by an old Polish couple who had come to the rectory office to complain, just after I had assumed the role of pastor at an inner-city parish. Prompting complaints is what I do best. “We hate Latin!”, they said. “Fr. So and So, who was the pastor before you, told us that the 8:00 am Sunday Mass would always be in English.” “It is in English”, I protested. “No”, they argued, “you are singing things in Latin.” “Do you have a minute?”, I asked. “We do not want to talk to you”, they said. “We hate Latin. Is this something new?” I sighed heavily. They never returned to the parish.
One of the wonderful things about being a pastor in the post-Vatican II Church is that the pastor can determine how the Mass will be said in his parish, unless he is over-ridden by the bishop, or more recently, by the pope. One who is uninitiated might ask, “How can this be?” “Isn’t there a proper way to say the Mass that is described in the proper liturgical books?” The answer is, “Yes” and “No”. But mostly “Yes”, if practically “No”. Or, theoretically “Yes”, if in reality “No”. Let me offer an example. The documents of the Second Vatican Council, and the so-called post-Conciliar documents, make it very clear that the use of the Latin language (and Gregorian chant) is to be preserved in the celebration of the Mass. For the sake of brevity, allow me to string together a series of quotes from these documents:
“According to the Constitution on the Liturgy, ‘the use of the Latin language […] is to be preserved in the Latin rites’” [i.e., our parishes].
“Pastors of souls [bishops and priests] should take care that besides the vernacular [English, Spanish, etc.] the faithful should also be able to say and sing together in Latin the parts of the Mass which pertain to them” (MS 47, SC 36).
“The Church recognizes Gregorian chant as being especially suited to the Roman liturgy [i.e., our liturgy]. Therefore, other things being equal, it should be given pride of place in liturgical services” (SC 116).
I could go on for days, but it would not matter. I have spent the best years of my life trying to convince bishops, pastors, fellow priests, and my own parishioners that we should, according the Second Vatican Council, be using Latin and Gregorian chant in our Masses. I have convinced virtually no one. In my opinion it is safe to say that we have sung a new Church into being.
I frequently speak with traditional, conservative minded young Catholic men who feel they may be called to the priesthood. They always tell me that they want to offer the Mass according to the mind of the Church, but are afraid they won’t be allowed to do so. They probably won’t. I make it a point neither to encourage nor discourage them from considering the priesthood. I am convinced that, eventually, they will conclude that they are meant to be a priest, or not, in spite of all the Church’s problems. This, too, is a great mystery. May God bless them.
(SC= Sacrosanctum concilium, the Vatican II document on the liturgy. MS = Musicam sacram, the post-Vatican II document on sacred music).
EL DIARIO DE UN SACERDOTE URBANO
Entrada de diario #43 "¡Detestamos el Latín!"
"¡Detestamos el Latín!" Nunca olvidaré estas palabras que una pareja de ancianos polacos me lanzaron un lunes por la mañana al presentarse a mi oficina en la rectoría de mi parroquia urbana.
Esto sucedió justamente cuando recién asumía mi cargo como párroco. Llegaron para quejarse, “¡Odiamos el latín!”, me manifestaron de forma airada. “El Padre Fulano de Tal, que fue el pastor antes que usted, nos dijo que la Misa dominical de las 8:00 a. m. siempre sería en inglés”. “Está en inglés”, protesté. “No”, argumentaron, “Usted estaba cantando himnos en latín”, continuaron diciendo. Yo traté de calmarlos y les dije: “¿Tienen un minuto?” Quería explicarles. “No queremos hablar con usted”, respondieron “Odiamos el latín”, ¿Es que esto es algo nuevo?” continuaron muy molestos. No aceptaron que les explicara, salieron tan airadamente como llegaron y nunca más los vi.
Una de las cosas maravillosas de ser párroco de una iglesia católica post-Vaticano II es que tengo la potestad de determinar cómo celebraré la Misa en mi parroquia, a menos que me lo impida el obispo, o más recientemente, el Papa.
Alguien que no esté familiarizado con las reglas litúrgicas se preguntara: "¿Cómo es esto posible?" “¿Es que no existe una forma correcta de celebrar la Misa? ¿Es que los libros litúrgicos no son los apropiados para guiarse para celebrar la Misa? La respuesta es sí y no. Pero sobre todo "Sí", aunque en la practica es "No". O, teóricamente “Sí”, pero en realidad “No”.
Permítanme ofrecer un ejemplo. Los documentos del Concilio Vaticano II, y los llamados documentos post conciliares, dejan muy claro que el uso de la lengua latina (y el canto gregoriano) deben ser preservados en la celebración de la Misa. En aras de la brevedad , permítanme mostrarles una serie de citas de estos documentos:
“Según la Constitución sobre la Liturgia, ‘el uso de la lengua latina […] debe ser preservado en los ritos latinos’” [es decir, nuestras parroquias].
“Los párrocos de almas [obispos y sacerdotes] procuren que además de la lengua vernácula [inglés, español, etc.], los fieles también puedan decir y cantar juntos en latín las partes de la Misa que les conciernen” (MS 47 CE 36).
“La Iglesia reconoce que el canto gregoriano se adapta especialmente a la liturgia romana [es decir, nuestra liturgia]. Por lo tanto, en igualdad de condiciones, debe ocupar un lugar privilegiado en los servicios litúrgicos” (SC 116).
Podría pasar días dando ejemplos sobre este tema, pero no cambiaría las cosas. Pasé los mejores años de mi vida tratando de convencer a obispos, párrocos, compañeros sacerdotes y a mis propios feligreses de que, según el Concilio Vaticano II, deberíamos usar el latín y el canto gregoriano en nuestras Misas. Desgraciadamente no he convencido a prácticamente nadie. En mi opinión, y me atrevo a asegurar, que lo que hemos hecho, es que nazca una nueva Iglesia.
Con frecuencia hablo con jóvenes católicos tradicionales y de mentalidad conservadora que se sienten llamados al sacerdocio. Siempre me dicen que si llegaran a ser sacerdotes les gustaría poder celebrar la Misa de acuerdo con lo que manda la Iglesia, pero temen que no se les permita hacerlo. Yo, ni los aliento ni los desanimo sobre sus deseos de ser sacerdotes. Estoy convencido de que, eventualmente, si están destinados a ser sacerdotes a pesar de todos los problemas de la Iglesia, pues seguirán el llamado del Señor. Esto también es un gran misterio. Que Dios los bendiga.
(SC= Sacrosanctum concilium, el documento del Vaticano II sobre la liturgia. MS = Musicam sacram, el documento post-Vaticano II sobre la música sacra).