THE DIARY OF AN INNER-CITY PRIEST
Diary Entry #92 666
In my early days as a priest, I was asked one afternoon after a 4:00 pm Saturday afternoon Mass to bless a car. This is a fairly common request, and it is often made after weekend Masses as people with new cars who want them blessed figure it is easy to have it done while they are attending Mass. For a lone priest in a parish, while he wishes to see to the desires of his people, this can be a bit of a nuisance as he manages multiple weekend Masses, tries to eat, hydrate, and use the facilities between those Masses, and hopes just to sit for a moment before he begins the next Mass. In this case, the woman who had requested the blessing appeared agitated. I agreed to bless the car, but wondered at the reason for her agitation.
Having arrived at the parking lot after Mass with my bucket of Holy Water and prayer book she forewarned me with some trepidation, “My new license plate number ends with 666.” “Does that concern you?” I asked. “Should it?”, she asked in reply. “Not at all”, I said. “It is a number on a license plate, nothing more.” “Are you certain?”, she asked. “Absolutely”, I assured her. I proceeded to bless the car and went about my business.
A week later she returned to Mass and asked again to have the car blessed. I explained that having blessed the car a week previously, surely the blessing had not already “worn off”. This raises the question of whether blessings can “wear off”. That must be the topic of another article in a different context. (In short, I don’t see how they could). In this case, the woman simply had not been able to live with the number 666 on her license plate, and had contacted the Department of Motor Vehicles to request a new plate.
While I am at it, I remember once after having relocated that I had to acquire a new phone number. The agent of the phone company with whom I spoke informed me that my new number would include the numbers 666, and asked if I had a problem with that. “Not at all”, I replied, “I am a priest. I am not afraid of numbers.” I actually am afraid of numbers and letters when they are presented to me in the form of an algebra problem, but that does not concern us here.
Why is there so much anxiety connected with this number? The pertinent passage from the Book of Revelation (13:16-18) follows: “It [one of the beasts] caused everyone, small and great, rich and poor, free and slave, to have a mark put on the right hand or on the forehead, and no one was allowed to buy or sell unless one had the mark, the name of the beast, or the number of its name. This calls for wisdom. Let anyone who has intelligence figure out the number of the beast, for it is the number of a human being; and its number is six hundred and sixty-six.”
Note first, that the number is of a human being, not Satan or some other satanic entity. Furthermore, the Book of Revelation was not written to be read literally nor to predict how the world will end as is often supposed. Everyone who has tried to predict the end of the world using the Book of Revelation has been wrong. We are still here; for better and for worse. Rather, the book was written in highly symbolic language as a sort of “code’ to the Christians at the end of the first century to strengthen their faith during a time of persecution, and/or to warn them that the ways of the Roman Empire and its emperors could easily and often be contrary to the ways of God. The persecution of Christians had begun with the Roman emperor Nero in the year 64 AD. St. John attempts to warn his readers of the price they may have to pay by defying Rome in favor of remaining faithful to the Lord.
To understand the significance of the number as it is used in its context in the Book of Revelation we must turn to experts in the field of Biblical studies. Jews, Greeks, and Romans at that time were fascinated by a practice called gematria,that is assigning numerical values to letters. For example, A=1, B=2, C=3. Depending on the language used the number 666 can “spell” the name Caesar (emperor) Nero. Almost certainly St. John intended to communicate that Nero (and his successors) who persecuted the Christians was to be considered a possible threat to their faith, and that they were not to be seduced by his efforts to have them renounce that faith even in order to save their lives. By extension, we who read Revelation today and in all post-Nero times are to be wary of anyone who may try to seduce us away from the faith.
A simpler interpretation of the number is possible as well. If seven is the perfect number (think of the Genesis account of creation), and thrice seven (777) is the superlative of perfection, then 666 may be understood as the penultimate incomplete, or imperfect number. In other words, Nero was as far from God as one could get.
Whatever the case may be, there is no reason for any rational person to fear the number 666. Rather, let every rational person fear anyone or anything that may lead him away from the Lord and the one true Faith.
DIARIO DE UN SACERDOTE URBANO
Entrada #92 666
En mis primeros días como sacerdote, una tarde, después de la Misa del sábado a las 4:00 pm, me pidieron que bendijera un automóvil. Esta es una petición bastante común, y a menudo se hace después de las Misas de fin de semana, ya que las personas con autos nuevos que quieren ser bendecidos creen que es fácil hacerlo mientras asisten a Misa. Para un sacerdote que está solo en una parroquia, mientras desea velar por los deseos de sus feligreses esto puede ser un poco incómodo ya que debe organiza múltiples Misas los fines de semana, intenta comer, hidratarse y utilizar el sanitario entre esas Misas, y espera simplemente sentarse un momento antes de comenzar la siguiente Misa. En este caso, la mujer que había pedido la bendición parecía agitada. Acepté bendecir el auto, pero me pregunté el motivo de su agitación.
Habiendo llegado al estacionamiento después de Misa con mi recipiente de Agua Bendita y mi libro de oraciones, me advirtió con cierta inquietud: "Mi nuevo número de matrícula termina en 666". “¿Eso te preocupa?” Yo pregunté. “¿Debería?”, preguntó ella en respuesta. “Para nada”, dije. “Es un número de matrícula, nada más”. “¿Estás seguro?”, preguntó. “Absolutamente”, le aseguré. Procedí a bendecir el auto y seguí con mis asuntos.
Una semana después volvió a Misa y pidió nuevamente que bendijeran el auto. Le expliqué que habiendo bendecido el auto la semana pasada, seguramente la bendición aún no se había “desgastado”. Esto plantea la cuestión de si las bendiciones pueden “desaparecer”. Ese debe ser el tema de otro artículo en un contexto diferente. (En resumen, no veo cómo podrían hacerlo). En este caso, la mujer simplemente no había podido vivir con el número 666 en su matrícula y se había puesto en contacto con el Departamento de Vehículos Motorizados para solicitar una nueva matrícula.
Mientras estoy en eso, recordé que una vez, después de haberme mudado, tuve que adquirir un nuevo número de teléfono. El agente de la compañía telefónica con quien hablé me informó que mi nuevo número incluiría los números 666 y me preguntó si tenía algún problema con eso. “No, en lo absoluto”, respondí, “soy sacerdote. No le tengo miedo a los números”. De hecho, tengo miedo de los números y las letras cuando se me presentan en forma de un problema de álgebra, pero eso no nos concierne aquí.
¿Por qué hay tanta ansiedad relacionada con este número? El pasaje del Libro del Apocalipsis (13:16-18) dice: “Hizo que [una de las bestias] hiciera que, a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiera una marca en la mano derecha o en la frente, y nadie podía comprar ni vender a menos que tuviera la marca, el nombre de la bestia o el número de su nombre. ¡Aquí está la sabiduría!; el que tenga inteligencia que calcule el número de la bestia, pues es numero de un hombre. Su número es seiscientos sesenta y seis”.
Tenga en cuenta primero que el número es de un ser humano, no de Satanás ni de ninguna otra entidad satánica. Además, el Libro del Apocalipsis no fue escrito para ser leído literalmente ni para predecir cómo terminará el mundo, como a menudo se supone. Todos los que han intentado predecir el fin del mundo utilizando el Libro del Apocalipsis se han equivocado. Todavía estamos aquí; para bien y para mal. Más bien, el libro fue escrito en un lenguaje altamente simbólico como una especie de “código” para los cristianos de finales del primer siglo para fortalecer su fe durante una época de persecución, y/o para advertirles que las costumbres del Imperio Romano y sus emperadores podían fácil y frecuentemente ser contrarios a los caminos de Dios. La persecución de los cristianos había comenzado con el emperador romano Nerón en el año 64 D.C. San Juan intenta advertir a sus lectores sobre el precio que tendrán que pagar al desafiar a Roma a favor de permanecer fieles al Señor.
Para comprender el significado del número tal como se usa en su contexto en el Libro del Apocalipsis debemos recurrir a expertos en el campo de los estudios bíblicos. Los judíos, griegos y romanos de aquella época estaban fascinados por una práctica llamada gematría, que consiste en asignar valores numéricos a las letras. Por ejemplo, A=1, B=2, C=3. Dependiendo del idioma utilizado, el número 666 puede "deletrear" el nombre César (emperador) Nerón. Es casi seguro que San Juan pretendía comunicar que Nerón (y sus sucesores), que perseguían a los cristianos, debían ser considerados una posible amenaza a su fe, y que no debían dejarse seducir por sus esfuerzos por hacer que renunciaran a su fe, incluso para salvar sus vidas. Por extensión, nosotros, los que leemos el Apocalipsis hoy y en todos los tiempos posteriores a Nerón, debemos tener cuidado con cualquiera que intente seducirnos y alejarnos de la fe.
También es posible una interpretación más sencilla del número. Si siete es el número perfecto (pensemos en el relato de la creación del Génesis) y tres veces siete (777) es el superlativo de perfección, entonces 666 puede entenderse como el penúltimo número incompleto o imperfecto. En otras palabras, Nerón estaba lo más lejos posible de Dios.
Cualquiera que sea el caso, no hay razón para que ninguna persona racional tema al número 666. Más bien, que toda persona racional tema a cualquier persona o cosa que pueda alejarlo del Señor y de la única Fe verdadera.